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jueves, 16 de junio de 2016

Capítulos 21, 22 y 23


Capítulo 21

Despierto en una cama tan pequeña que se me salen los pies y eso que no soy especialmente alta. Estoy arropada por una manta verde, de lana. Una luz cálida envuelve la sala. Las paredes son de piedra y no hay ventanas. El suelo es de tierra y el ambiente, aunque no es frío, sí que es húmedo. Cierro los ojos y de repente, recuerdo de golpe todo lo vivido con las enredaderas asesinas y las ratas caníbales. Me levanto a toda prisa y me mareo perdiendo levemente la visión momentáneamente. No me doy en la cabeza con el techo por pocos centímetros.
Miro a mi derecha y veo dos camas más en las que reposan, justo a mi lado, Ishtral y pegado a la pared, Jake. Éste último está atado a la cama.
A mi izquierda está Rothian, toda ella envuelta en pulcras vendas que se tiñen en algunas partes del rojo de la sangre de mi amiga.
Con ternura me levanto, agachada por la poca altura de la casa, y beso su frente. Me da pena ver así a la preciosa princesa, tan viva y decidida como es, postrada en la cama y malherida.
En ese momento oigo la puerta e instintivamente llevo la mano al cinturón donde guardo (o mejor dicho creía que guardaba) la daga, aunque no está allí.
-Querida, tu puñal está clavado en el estómago de una de mis preciosas ratitas.
La voz aguda que había llenado la sala provenía de un hombre diminuto, de unos treinta o cuarenta centímetros de alto. Traía una bandeja con cuatro vasos de agua demasiado pequeños y algunas píldoras, imagino que son calmantes para las mordeduras de Jake.
Tras darme un vaso a mí y dejar el resto en una pequeña mesa que había al fondo de la estancia, se va y lo oigo canturrear algo que reconozco a la perfección: es una canción infantil aralia. Eso podría significar que aquel extraño personaje era de mi país, cosa que explicaría su particular aspecto: las piernas mucho más largas que el resto de su cuerpo, la pequeña estatura, sus diminutos ojos rosáceos y su pelo de un azul muy pálido. Sí, no había duda, aquel hombre era aralio, pero, ¿qué hacía aquí?
Vuelve de nuevo con más material para tratar a la convaleciente Rothian y una especie de pomada que empieza a untar en las vendas limpias.
Me bebo el agua que me había ofrecido antes aquel hombre mientras observo cómo, con gran maestría, quita todos y cada uno de los vendajes que cubrían a mi amiga. Queda expuesto su cuerpo desnudo marcado por trozos de piel magullada y levantada. Él ni siquiera presta atención a la desnudez de Rothian y empieza a poner sobre su cuerpo esas tiras de tela empapadas en la extraña crema que traía preparada. El contacto de esa mezcla viscosa con su piel parece calmarla. Empiezo a relajarme: no parece que estemos en peligro. Al menos no por ahora.
Tras tratar a la princesa, el hombrecillo la arropa y repite el proceso con Jake aunque éste último está mucho mejor que Rothian.
Mientras cambia las vendas de Jake y yo estoy sentada al lado de mi amiga acariciándole el pelo y susurrándole que volverá a estar bien y tan bella como siempre oigo un carraspeo a mi espalda:
-Ejem... Esto... Querida, le agradecería mucho que le dijera a su compañero que en mi casa no permito armas de ningún tipo, que por favor baje la pistola.
Me giro y veo a Ishtral erguido y muy serio, desconcertado y dispuesto a hacer lo que sea por salvarnos. Me acerco a él y agarro su cintura. Da un respingo al sentir mi contacto pero no se retira. Estiro mi brazo hasta llegar a su mano y juntos bajamos el arma.
-¿Estás bien? -pregunta muy preocupado. Tiene un nudo en la garganta que yo quiero deshacer más que nada en el mundo. Odio verlo así, a él que siempre tiene la respuesta perfecta ahora ninguna palabra le parece útil.
-Muy bien. Tranquilo Ishtral, ya pasó.
Mi voz parece tranquilizarlo pues relaja sus hombros. Se gira repentinamente y me abraza fuertemente con un solo brazo enterrando su cabeza en mi cuello. Alzo los brazos y le rodeo la espalda. Cuando nos separamos, por un momento me veo reflejada en el metal que baña sus ojos y me pierdo en ellos. Él lo nota y acaricia mi cabello. Nos separamos al oír los gemidos de Jake y Rothian, que empiezan a despertarse.
Nuestro anfitrión observa a Rothian quien, a pesar de saberse desfigurada, alza el mentón orgullosa. Jake, que solo tiene magulladuras en la espalda y los brazos, está cabizbajo pues se siente culpable de las heridas de la princesa. Ishtral me mira de reojo, avergonzado por el episodio de debilidad vivido y soy yo la que comienza a hablar.
-¿Quién eres?
-Me llamo Kitz -su vocecilla aguda invade la sala y nos muestra una sonrisa sincera- ¿Y vosotros?
-Ella es Rothian. El hombre de pelo rojo es el sargento Blood y aquel es Jake. Yo me llamo Lyx.
-Encantado y bienvenidos a mi hogar.
-¿Por qué nos han atacado esas ratas?
-Oh bueno, los únicos seres vivos aparte de mí que han visto mis pequeñas han sido los soldados de Pryon, y cada vez que esos salvajes vienen acaban con varias de ellas. Imagino que estaban asustadas. Si hubiera llegado a tiempo no os habrían hecho nada...
Kitz me mira como disculpándose en silencio y decido cambiar de tema.
-¿Puedo preguntarte una cosa?
-Adelante, querida.
-¿Eres aralio?
Me mira fijamente y un destello de inteligencia cruza sus pupilas.
-Cada cosa a su tiempo, querida Lyx. Primero debéis cenar, recuperar fuerzas. Lleváis dos días durmiendo.

Capítulo 22

Ha pasado una semana desde la desaparición de la princesa, de la presa Lyx y del sargento Blood. El pueblo ignora ésto, solo un pequeño grupo de huérfanos conoce el paradero de los jóvenes y el fin de su cruzada.
Su Majestad, nerviosa y preocupada por su hija, hace llamar al mejor espía de Arala: Shadow.
-Majestad, ¿me ha mandado llamar?
-Sí, Shadow. Necesito de sus servicios.
-Haría cualquier cosa por usted, Majestad.
-Gracias por su lealtad y devoción. Estoy segura de que mi hija, deseosa de evitar una guerra inevitable pero demasiado inexperta e ilusa como para aceptarlo, ha liberado con ayuda del sargento Blood a la presa llamada Lyx. Juntos habrán bajado a Pryon, país responsable de los recientes atentados. Os pido que vayáis tras ellos, que le sigáis la pista y que, si los encontráis, traigáis a mi hija sana y salva.
-¿Y qué hago con los demás?
-Ojalá no se dé el caso pero si fuera necesario, déjelos atrás, son prescindibles.
-Sí, Majestad. Haré todo cuanto usted ha ordenado.
Así, esa misma noche, Shadow, una amenaza sigilosa y mortífera, desciende a Pryon preparada para buscar a la princesa Rothian. El brillo púrpura de sus ojos y una sonrisa asesina bailan en la noche.

Capítulo 23

-¿¡Dos días!? -Preguntamos todos prácticamente al unísono.
-En efecto. Tengo curiosidad por saber qué hacíais ahí arriba con esas plantas carnívoras.
-¿Plantas carnívoras? - pregunta Jake.
-Esas lianas que os intentaron estrangular. Lyx e Ishtral tendrán el cuello, el tronco y los brazos amoratados por la presión que ejercen. Trabajan así: primero atan a sus víctimas a los árboles y los van estrujando. Como una serpiente. Una vez inconscientes o incluso muertos por asfixia, se comen a su presa. Ésa es la razón de que no haya ningún ser vivo ahí fuera. Han muerto y los pocos que quedaron, huyeron. Por eso yo me escondo aquí con mis preciosas ratitas.
-¿Y dónde es aquí? -quiero saber.
-Pues aquí es aquí ergo no es allí. Yo estoy aquí, en esta silla, y tú allí, en esa cama, y aún así, ambos estamos aquí.
Ante la expresión de confusión de nuestras caras, Kitz suelta una risotada y deja los juegos de palabras.
-Estáis en mi casa, a varias decenas de metros bajo tierra. La superficie no es segura.
-De acuerdo, pero, ¿por qué quedarse aquí?, ¿por qué no irse a otro lugar más seguro? -Rothian habla lentamente, castigada por el dolor punzante.
-Porque este pantano, perdido en el corazón de un enorme bosque, es el único lugar seguro.
Sus ojos se tornaron más oscuros y tristes y se adueñó de la sala el silencio. Fue Ishtral quien decidió hablar.
-¿A qué te refieres con que éste es el único lugar seguro?
-Me refiero a que, por estas plantas carnívoras, éste es el único lugar de Pryon que el Rey no ha destrozado. Ese hombre es sanguinario, malvado. No le importa nadie en absoluto excepto él mismo. Ni siquiera su hijo, que es igual que su padre. Ha implantado un régimen de terror. La basura inunda las calles, los impuestos aumentan cada día, las gentes no tienen qué comer y muchos mueren de hambre. Nadie puede alzar la voz para decir algo que vaya en contra de la familia real o es apresado, torturado y ejecutado en público. Además, gracias a él se ha implantado en todos un profundo sentimiento de odio hacia el país vecino, Arala. Ha hecho creer a todos que la escasez de dinero, el hambre, las muertes... todo se debe a los aralios. No tiene sentido pero la gente desesperada cree cualquier cosa. Él lo sabe y se aprovecha.
-Y ese odio generalizado a los aralios también te obliga a esconderte aquí, ¿verdad Kitz? Tú también eres aralio. Tu pelo y ojos... No has nacido aquí en Pryon -añado.
Él me mira con su característica mirada sagaz y asiente.
-En efecto. Nací en Arala hace tantos años que ya he perdido la cuenta. Llevo vivo más de cien años, demasiados a pesar de lo que pueda aparentar.
-¿Y qué haces en Pryon? -es Jake quien formula la pregunta.
-Vaya, sois unos chicos muy curiosos -sonríe-. Me gusta. Voy a contaros algo que os va a costar creer pero que yo viví.
Hace mucho, mucho tiempo, las relaciones entre Pryon y Arala eran excelentes. Había muchos Aralios aquí en Pryon y viceversa. Mi familia emigró a este país y desde entonces, sigo aquí. No obstante, cuando la Reina aralia de entonces murió, le sucedió su hijo en el trono. Era un hombre hipócrita y repugnante que no soportaba la idea de que su país estuviera contaminado por “sucios pryoranos”. Cada noche mandaba a sus secuaces a asesinar pequeños grupos de habitantes de Pryon que vivían en Arala. A la mañana siguiente, organizaba bellos funerales para todos y lloraba como si de verdad lo sintiera. La tragedia se sucedía cada noche y las ceremonias por los muertos presididas por el Rey, continuaban. Era un baile de máscaras continuo. Fue entonces cuando ya no se pudo aguantar más esa situación y un grupo de pryoranos, aún no se sabe cómo lo hicieron, se colaron en palacio y mataron al rey mientras dormía. Sinceramente, no sentí su muerte. Fue a partir de ese momento cuando las relaciones entre Arala y Pryon murieron. Cada uno volvió a su respectivo país y, a pesar de que se evitó la guerra, se estableció una paz armada y un profundo odio el uno hacia el otro.”
Todos callamos, nadie quiere creer lo que acabamos de oír. Rothian se abraza y tiembla. Las lágrimas bañan las vendas que cubren su nariz.
-Fuimos nosotros -dice en un susurro-. Nosotros provocamos esta situación... fue mi familia.
-Exacto, tu familia Rothian, no tú. Precisamente tú has viajado hasta aquí para entablar algún tipo de relación pacífica- le digo intentando consolarla.
-Estaba en lo cierto, eres la princesa Rothian. Esas pecas azules te delatan.
-Dirás lo que queda de ellas -dice ella amargamente.
Kitz la mira fijamente y se levanta dando un salto.
-Hora de cambiar las vendas. Los que no tengan cicatrices, que salgan- ordena nuestro pequeño hospedador.
Ishtral y yo salimos agachados de la habitación. Caminamos en silencio hasta la puerta de salida de la casa y la abro. Fuera hay una explanada subterránea alumbrada por decenas de pequeños faroles. Al fondo se ve una chimenea, una especie de conducto que lleva a la superficie custodiado por unas cien ratas. No sé donde estarán el resto de aquella marabunta de ratas y, si soy sincera, no me importa.
Estoy absorta en mis pensamientos hasta que Ishtral habla.
-Gracias.
-¿Por?
-Por salvarme de esas lianas. Aún así, la próxima vez, déjame. Fui una carga y si un soldado no sirve, se deja atrás.
Le miro muy seria y añado con acritud que ésto no es el ejército. Que no voy a abandonarlo nunca.
Él sonríe con esa media sonrisa que me encanta.
-¿Nunca? Eso es mucho tiempo. Te cansarás de mí antes.
-No me pongas a prueba, Bobo Real -él ríe cuando digo eso.
Comienzo a andar para ver cuán grande es aquel espacio excavado en la roca cuando Ishtral toma mi mano y me gira hacia él. Un leve rubor marca sus facciones perfectas.
-También siento...
-¿El qué?
-El abrazo -retira la mirada y sonrío. Alzo los brazos y le agarro las mejillas girando su cara hacia mí.
-Bueno, no pasa nada, un momento de debilidad lo tiene cualquiera. Además, te he salvado la vida, entiendo que no pudieras resistirte a mis encantos femeninos – me acerco y le planto un beso en la mejilla al frío y estoico sargento Blood.
-Ya, las palabras “Lyx” y “femenina” no encajan demasiado bien en la misma frase -dice, divertido por la situación, solo se relaja y deja ver su verdadero yo cuando estamos los dos solos. No sé por qué pero eso me gusta.
-¿Ah si? ¿a que llamo a una de esas plantitas para que te den un masaje?
Empiezo a correr y él viene tras de mí. Al final, cuando me atrapa, tropieza y me caigo sobre él.
-¿Qué intentas, Lyx?, pensaba que eras más tímida.
Al decir eso pone una expresión provocativa y me guiña el ojo. Yo, avergonzada, saco la lengua a modo de burla pero no me quito de encima. Nos reímos sinceramente por primera vez en meses. En ese momento sale Jake.
-¿Qué pasa aquí? -dice en un tono grave, amenazador.
Ishtral sonríe. Intento levantarme pero éste me atrae hacia sí y me abraza. La imagen ahora es de los dos en el suelo y yo, atrapada entre los brazos del sargento, que cubren mi boca para que no hable.
-Nada Jake, estamos perfectamente bien -lo mira con una expresión angelical.
Mi amigo aprieta los puños, se acerca a nosotros, coge mi brazo y me levanta de un tirón haciéndome daño. Suelto un pequeño grito. Ishtral se endereza rápidamente.
-Ten cuidado imbécil -dice el sargento muy serio
-No la toques- Jake está en tensión, preparado para atacar. Sé lo que va a pasar.


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