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jueves, 1 de septiembre de 2016

Capítulos 94, 95, 96 y 97

Capítulo 94

Me muerdo la lengua mientras observo con los ojos desorbitados cómo la madame cae moribunda al suelo. Quiero abrir la puerta pero sé que no es eso lo que aquella señora adicta al tabaco rojo quiere. Ella quiere que averigüe la verdadera naturaleza de aquel al que he llamado amigo tanto tiempo.
-¿¡Flair qué has hecho!? ¿¡Te has vuelto loco!?
-Vámonos, Rothian.
Bajo su máscara, la princesa se traga un sollozo y arruga su deformada nariz.
-¿Quién eres? No te reconozco. Tú no serías capaz de matar a sangre fría a la mujer que nos ha ayudado y nos ha dado cobijo.
-He dicho que nos vamos, princesa.- Él agarra la muñeca izquierda de la chica que forcejea dejando escapar un pequeño grito.
-Flair, suéltame, me haces daño.
-¿Acaso ya no me amas? Chica desagradecida y estúpida. ¿Crees en serio que sería capaz de querer a un monstruo descarnado como tú? Eres patética.
-Soy patética. Es cierto. Pero jamás un ser sin corazón. Un recipiente vacío y nauseabundo como tú.
-Oh, qué tiernas palabras de enamorada, princesa. Haces que mi corazón se acelere. Ahora, ¿qué tal si nos vamos de luna de miel al Castillo de Su Alteza, “mi amor”?
Creo, o quiero creer, que no siente lo que dice, que por algún motivo que no alcanzo a comprender, quiere que ella lo odie.
Al oír esa expresión viciada, Rothian intenta quitarse la máscara pero Flair araña su cuello de cisne, pálido, con una de sus flechas, provocando que la sangre de la joven coloree su piel.
-Ni te atrevas, bruja.
-Te odio, Flair Maldow. Nunca te perdonaré.- las palabras de ella destilan el peor de los venenos, el mismo que corre por mis venas, el deseo de venganza.
Él, al contrario de lo que usualmente hace, que es responder de manera ingeniosa, sarcástica e hiriente, asiente abatido por una oleada de dolor.
-Lo sé, Rothian. Lo sé...
Su voz va disminuyendo hasta apenas ser audible. No sé por qué, pero tengo ganas de llorar. Es como si acabara de presenciar una tragedia clásica. Dos amantes predestinados, separados por una traición imperdonable. Decididos a matarse el uno al otro y, a la vez, a amarse eternamente.

Capítulo 95

Los veo salir del salón en el que yace la dueña del prostíbulo. Espero inmóvil unos minutos.
-Si te quedas ahí mucho más vas a perderlos, jovencita.- La voz en mi cabeza de la araña actúa como un resorte haciendo que abra la puerta de golpe.
Al salir, la madame gira lentamente su cabeza y me mira inexpresiva. Me acerco rápidamente a ella.
-No se preocupe, voy a buscar algo... He de llamar a alguien... No se muera... Por favor, por Neldrey...-suplico.
-Esta juventud... Nunca sabéis cuando soltar aquello a lo que os aferráis, ¿eh?-una risita interrumpida por una tos estertórea azota su cuerpo-. Lyx... todos tenemos que morir, no es nada por lo que apenarse. Además, vaya a donde vaya no será peor que esta ciudad. Lo único que lamento es no poder despedirme de mi niña de cabellos de oro y ojos gatunos... dile a Neldrey que siempre la he querido como a una hija y que más le vale salir de aquí sana y salva. ¿Le prometes eso a esta pobre anciana moribunda?
Asiento mordiéndome el labio inferior y moqueando. No quiero que lo último que vea sea a mí llorando. Ella acaricia mi cabello manchándolo de sangre y se va. Su mano cae al suelo como un árbol talado. Simplemente ya no está. Acaricio su rostro inerte, me levanto con los ojos en llamas y lágrimas que se evaporan en mis mejillas. Una nube de cenizas baila alrededor de mí.
Vamos, querida. Es hora de que demuestres lo que he hecho de ti”. Absorbo la ira y el fuego que empezaba a fluir de mis dedos. Salgo rápida y con un sigilo sobrehumano. Salgo a la calle. Alzo la cabeza y salto. Una vez en los tejados, me siento la Reina. La Reina de los bajos fondos de Arala, lista para luchar y conquistar. Lista para ganar sea cual sea el obstáculo a eliminar. Una ráfaga de aire cálido vibra a mi alrededor. Como si hubiera recorrido esas calles mil veces, corro por entre azoteas en ruinas. Sé el camino. Sé dónde están Flair y Rothian. Tras pocos minutos de carrera alocada, los encuentro. El joven parece sentir mi presencia y alza la vista pero me escondo tras una chimenea. Los ojos me arden. Las manos me queman. “Poco a poco, querida”. Asiento.

Los persigo y veo cómo, justo a medianoche, Flair pasa empujando a la princesa a través de la muralla que separa el pueblo llano de la nobleza. Observo desde un tejado cómo pasan sin ningún esfuerzo. Seguro que el Rey ha ordenado a los guardias dejarlos pasar. Bien, mi turno.
Esta vez no te contengas, Lyx. Son ellos o tú. Mátalos.”
Me sitúo ante dos guardias que acaban de ponerse junto a la muralla.
-¿Quién eres tú?
No contesto. Solo alzo las manos hacia ellos y visualizo su sangre hirviendo. Cada vez a más temperatura, como un río de lava irrefrenable. Más calor. Más. Más. Más. Con un ruido sordo y sin emitir un solo quejido, los dos guardias caen deshechos ante mí y ni siquiera bajo la vista al pasar por encima de ellos.

Capítulo 96

Paso una hora siguiéndolos. Observo con asco la diferencia entre ambos estratos. Aquí no hay una sola casa en ruinas. Las calles, impolutas y las gentes, durmiendo en mullidas camas tapados con terciopelos. Música trasnochada se escapa de bares acompañada de risas de gente alegre. Veo a varios cocineros lanzar restos de comida a perros más limpios que los ciudadanos del nivel anterior. No hay una sola rata o cucaracha. Todo brilla y reluce bajo las luces de neón que alumbran las calles. La opulencia que este lugar rebosa abruma tanto o más que la pobreza y miseria del pueblo llano. Les odio a todos. Odio este país corrupto, al tirano que lo gobierna y a los nobles hipócritas que fingen ser de una especie superior ajena, mejor dicho, inmune al sufrimiento. Detesto a estas gentes sumisas que simplemente agachan sus cabezas mientras les pisotean el cuello, al arquero que asesinó a mi hermano y a Flair, el traidor que va a vendernos llevándose como rehén el último rastro de bondad que había en el corazón de la princesa.
Ese odio te consumirá y te entregará por completo a mí, querida. Lo sabes, ¿no?”
-Sí, pero antes conseguiré mi venganza.
De nuevo les toca pasar la Muralla y, al igual que antes, misteriosamente los guardias que la custodian se desvanecen como por arte de magia dejando entrar a Flair y a Rothian, que forcejea a pesar de que el joven le tapa la boca y la empuja.
Ya han atravesado el muro plateado en el que duerme pacíficamente el diablo que rige este país de esclavos.
Observo agazapada a los soldados reales que se apostan junto al enorme portón de la Muralla. Cuento diez.
-Buenas noches, oficiales.
-Tú no perteneces a este estrato mujerzuela- dice mirando mis ropas-. Vuelve a la cloaca de la que has salido o...
-¿O qué...? ¿Vas a atacarme? No me hagas reír.
Aprieto los puños y una espesa nube de cenizas empieza a arremolinarse a mi alrededor. Los dedos chisporrotean y un reconfortante calor se asienta en mi pecho. Los soldados asen con fuerza sus armas pero quedan cegados y tosen. Oculta por la niebla gris que he creado me arrastro y poso mi mano ardiendo sobre la espalda de uno de los soldados, dejando marcada su carne. Cae inconsciente de dolor. Comienzo a reír. Mis carcajadas suenan crueles y frías. Salto y, en el aire, envuelvo mi pierna derecha en lenguas de fuego. Propino una fortísima patada en el estómago de otro guardia haciendo que vomite sus propias entrañas. “Asqueroso” pienso sin sentir el más leve remordimiento. Vuelvo a batir mis manos para aunar más humo a mi alrededor cuando siento el metal atravesar mi costado arrancándome un alarido. La humareda se disipa tan rápido como se había formado. Estoy sangrando y cada respiración es el mayor de los suplicios. Caigo de rodillas y me arranco la flecha del cuerpo.
Flair...” pienso. No obstante, cuando alzo la cabeza no es la figura del joven la que veo. Es él. El arquero que asesinó a Pete. Me levanto hecha un basilisco y un torbellino de llamas me rodea. Salto hacia el tejado dispuesta a acabar con él. Saboreando con antelación cómo será sentir su sangre entre mis dedos y ver el terror dibujado en sus ojos. Soy como un sol en medio de la noche. Poderosa y salvaje. Sin embargo él ni se inmuta. Eleva una especie de ballesta ante mí, apunta y dispara rozándome justo en las heridas que me hizo la araña en el cuello y la clavícula. Un dolor indescriptible devora mi ser y elimina el fuego. Oigo la voz del arácnido aullar y uno mi voz a su lamento. Soy patética, como un pájaro que se acerca demasiado al sol y se quema. Caigo al suelo con la misma fuerza con la que salté. El arquero baja de su atalaya y se arrodilla a mi lado. Los nervios de mis brazos me gritan que reaccione. Que ataque al objeto de mi venganza. Ojalá pudiera, mi cerebro se está apagando y cada célula de mi cuerpo está exhausta por el modo en el que he usado mis poderes. Justo antes de rendirme a la oscuridad que se cierne sobre mí, veo como el arquero me coge del pelo y me levanta tirando de él para mirar mi rostro sucio.
-Tú...

Capítulo 97

Mientras Lyx pelea con los soldados. Shadow.

-Sí, siento su presencia. Rothian, mi ama y señora, se acerca. Oh ama Rothian. ¿Viene usted a llevarme? No me pegue, ni me muestre su rostro. Shadow bueno, Shadow bueno. Hice lo que usted me ordenó. No me haga daño. Shadow bueno. Sí, ama Rothian, la siento por allí. Si los soldados me descubren me ejecutarán pero preferiría mil ejecuciones a que usted me enseñe su... Shadow bueno, Shadow bueno. Voy con usted, mi ama y señora. Solo no me torture. Shadow bueno, Shadow fiel.
El aralio sale andando a cuatro patas, babeando como un perro pero con resolución en su mirada. En sus movimientos se puede recordar al que un día fue el mejor espía de Arala: una sombra más en la noche. Ahora va a buscar a la princesa, como un animal sumiso, corriendo por los largos pasillos del palacio.

Mientras Lyx pelea con los soldados. Flair y Rothian.

-¡Deja de revolverte, Princesa! Solo harás las cosas más difíciles.
-Jamás dejaré de pelear. Ojalá mueras Flair y ojalá sea yo quien acabe con tu miserable existencia.
El joven aprieta la mandíbula y guarda silencio. Están penetrando por las defensas de la Muralla de Su Alteza. Su misión era llevar a Rothian al jardín trasero del Castillo. Pronto estarán allí y él y su hermana serán libres. Aún así le duele tanto el corazón... Lo siente deshecho, pisoteado, triturado. Tiene ganas de abrazar a la joven y decirle que lo siente y que todo ha sido una pesadilla. Que no va a entregarla a una muerte segura. Se aborrece pero... pero...
-Cómo pude enamorarme de ti. Fui tan estúpida y tan ingenua. No volveré a abrirle mi corazón a nadie.
-Por favor Rothian...
-Ah sí, olvidé que van a asesinarme. Literalmente no voy a volver a enamorarme porque estaré muerta. Ojalá alguien te traicione como tú a mí y sufras lo que estoy sufriendo yo.
-¿¡Crees que yo no estoy sufriendo estúpida princesa!?-Flair, harto de escuchar las maldiciones de la chica, la coge por los hombros y, tras gritar esa frase le arranca la máscara y la besa a pesar de sentir como si cientos de agujas se le clavaran en los labios. Se separan y la mira a los ojos. Las pupilas de ella muestran tanto; hay amor y una leve esperanza, pero sobre todo una decepción abrumadora. Le vuelve a poner la máscara.
-Lo siento...- susurra con voz ronca.
-¿Qué sientes? ¿besarme o haberte enamorado de la persona que debes vender?
No contesta. No le da tiempo. Se ven rodeados de docenas de soldados que esposan las manos de la Princesa. Abriéndose paso entre todos ellos, el Príncipe Drake aparece.
-Buenas noches Flair, ¿qué tal el paseo nocturno?, ¿romántico?
-Príncipe Drake.- dice el joven entre dientes y arrodillándose. Se nota la hostilidad entre ambos hombres a pesar de la cortesía.
-¿Así que ésta es la Princesa Rothian? He oído hablar de su belleza sin igual. Lástima que ahora sea un puñado de carne podrida.
-¿Quiere ver a este puñado de carne? Quíteme la máscara y riámonos juntos, Príncipe.
-Oh, cuánto lamento rechazar su oferta, pero Flair ya me ha avisado de sus extraños poderes. ¡Guardias! ¡lleváoslos!
Otros soldados toman preso a Flair.
-¡¿Qué significa ésto!? ¡Tu padre me prometió que si entregaba a la Princesa me ofrecería mi libertad y la de mi hermana! ¡Soltadme!
-¿Promesa? Lo siento, Flair, amigo mío, yo no recuerdo ninguna promesa.
-¡Maldita sea Drake!
-Duele que te apuñalen por la espalda, ¿verdad?- el tono sarcástico de Rothian le duele mucho más a Flair que cualquier traición.
Mientras el Príncipe sonríe triunfante, los soldados se los llevan a los calabozos. Lo que ninguno sabe es que desde una de las ventanas, una sombra observa.
-No se preocupe, ama Rothian. Shadow la salvará. Shadow bueno, Shadow fiel.- susurra mientras se encamina hacia el cuarto de la Reina de Arala.

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